De Juan Zaragoza:
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(Corregida redacción, puntuación, etc., a criterio personal del editor de este mensaje)
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EL ELEFANTE EN LA HABITACIÓN
Ya llevamos dos años de pandemia y muchas de las cosas que se han dado por ciertas, siguen sin estar claras a estas alturas de la película.
Nos han dicho por activa y por pasiva que el responsable de la enfermedad COVID-19 es un virus respiratorio, un coronavirus.
Nos han dicho que se trata de una enfermedad de transmisión respiratoria y que hay que llevar mascarilla para protegernos y proteger a los demás.
Pero
este virus no ha sido aislado, purificado y cultivado en ningún momento. Vamos, que después de dos años, nadie ha visto el virus todavía. No han sido capaces de extraerlo de ninguna de las ya varios millones de supuestas víctimas, aislarlo, purificarlo (dejar solo el virus) y cultivarlo en células sanas para verificar que esta es la causa de la enfermedad.
Pues
resulta que la COVID-19 no es una enfermedad respiratoria, sino más bien una enfermedad
vascular (que afecta a los vasos sanguíneos, el endotelio concretamente, y todos aquellos tejidos con receptores ACE2). Curiosamente la mucosa carece de estos receptores ACE2, que solo se encuentran en el tejido pulmonar profundo en cantidades significativas.
Si el virus es tan inestable que no sobrevive fuera de las células mucho tiempo (como dicen para justificar que no lo puedan aislar y purificar); ¿cómo es posible que pueda sobrevivir en el aire, llegar a la mucosa de la víctima y entrar a lo más profundo de los pulmones en cantidades suficientes como para invadir el pulmón y provocar esas neumonías bilaterales?. La respuesta es que no es posible, pero ya nadie lo cuestiona.
Es la primera vez en la historia de la virología, que un virus actúa de forma sistémica afectando a todos los tejidos del cuerpo, provocando todo tipo de sintomatología sistémica, y todo ello sin ser capaces de encontrarlo en ninguna parte del cuerpo de la víctima. No olvidemos que los
síntomas van desde la caída del cabello, la pérdida del olfato y/o el gusto, la neblina mental, los micro-trombos, la neumonía bilateral, el cansancio, las arritmias, las miocarditis y pericarditis, la hipertensión pulmonar, las cefaleas, la inflamación testicular, las trombocitopenias y los brotes de enfermedades autoinmunes múltiples.
Nunca habíamos conocido un coronavirus que fuera capaz de producir todo esto a la vez.
Es pues el momento de aplicar la navaja de Ockham: "en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable.".
Así que, tras revisar el estudio que os adjunto
aquí, publicado el 26 de octubre del 2021, y contrastar la información y los estudios en los que se basa (trabajo de horas), algo que recomiendo hacer a todo el que pueda, concluyo que
la causa más probable de la COVID-19 no es ningún virus (algo que todavía se tiene que demostrar), sino más bien; la exposición a radiación por microondas, u ondas de radio, emitidas por las antenas de telefonía y los camino a 100.000 satélites del proyecto Space X, de Elon Musk.
Ha sido constatado que la radiación, que en estos momentos ha aumentado exponencialmente, es capaz de causar los efectos vasculares observados en la COVID-19, como el efecto Rouleaux en glóbulos rojos (apilamiento de monedas), coagulación de la sangre (los famosos micro-trombos), reducción de la hemoglobina (de ahí el cansancio por falta de oxigenación), estrés oxidativo (reduciendo niveles de glutatión) y aumentando las lesiones oxidativas en todos los tejidos, alteración del sistema inmunológico [sic] (hiperactivación inmune) causando autoinmunidad, lesión en órganos, tormenta de citoquinas, aumento del calcio intracelular (también produce trombosis y coagulación), efectos cardíacos como palpitaciones y arritmias entre otros.
No se pueden controlar las olas de contagios con los virus que infectan a placer. Solo podemos controlar las olas de contagios y las nuevas variantes si estas dependen de factores ambientales que sí pueden ser controlados. Lo que cabría ver, por tanto, en esta temporada de invierno, si lo que planteo en este artículo es correcto, es un aumento exponencial de casos que irán más allá de simples tests PCR o de antígenos positivos. No estamos hablando de casos asintomáticos, sino más bien de procesos de intoxicación ambiental que cursan como procesos catarrales y/o gripales (catarros que se alargan en el tiempo, anosmias, cefaleas, estados febriles) y en algunos casos las temidas neumonías bilaterales que volveremos a ver en estos días. Estaríamos pues, ante lo que llamarán re-infecciones, puesto que dará igual estar vacunado o "haberlo pasado" y estar inmunizados. Dependiendo de lo fuerte que esté nuestro sistema inmunológico [sic] y del grado de exposición a la radiación, nuestro proceso de desintoxicación será más o menos largo y con más o menos síntomas.
Aquí, las personas vacunadas que ya están inmuno-suprimidas, con los linfocitos T más bajos de lo normal, no serán capaces de armar una respuesta inmunológica [sic] de desintoxicación eficaz, y sus procesos pueden ser más intensos y alargarse en el tiempo. Los protocolos hospitalarios que se centren en reducir los procesos inflamatorios, en recuperar la salud vascular (anti-trombóticos) y en reducir el estrés oxidativo, serán los que mejor funcionen a la hora de recuperarse. La versión oficial nos dirá que son nuevas cepas del virus y que hay que tener cuidado de no contagiarse, cuando en realidad no hay contagio alguno.
Quiero añadir a todo lo anteriormente comentado,
algunos estudios que muestran el impacto que tiene la radiación de radiofrecuencia (ondas de las antenas de telefonía) en el sistema inmunológico [sic]:
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https://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?doi=10.1.1.453.8534&rep=rep1&type=pdf
Los campos electromagnéticos pulsados (EMF) alteran los parámetros hematológicos reduciendo la diferenciación celular en la médula ósea. Se reduce la hemoglobina, el hematocrito, los eritrocitos y aumenta el VCM, también se reducen los linfocitos y los neutrófilos al tiempo que aumentan los monocitos.
Curiosamente con la COVID se reducen los linfocitos y aumentan los monocitos en la mayoría de los pacientes.
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https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048969701008154?via%3Dihub#FIG2
En este estudio vemos que las mujeres expuestas a la radiación de una emisora de radio/televisión durante 2 años, tenían una menor respuesta de su sistema Th1 citotóxico.
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https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1081/JBC-120020347
Este estudio muestra que las microondas moduladas por pulsos, activan inmuno-genicidad y actividad pro-inflamatoria de los monocitos, incluso a niveles de exposición bajos.
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https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/15368370600572961?journalCode=iebm20
Incluso las células del sistema inmunológico activadas in vitro se ven afectadas por la radiación, concretamente los linfocitos y los monocitos.
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https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1006/cbir.1997.0162
La radiación a 835 MHz durante 20 minutos, 3 veces al día, siete días, tuvo un efecto sobre el crecimiento, la morfología y la capacidad secretora de los mastocitos.
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https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0302459899000586?via%3Dihub
En este estudio vemos como la radiación aumenta la producción de factor de necrosis tumoral alfa en los macrófagos del peritoneo y los linfocitos T del bazo. Esto supone un aumento de actividad inflamatoria del sistema inmune celular.
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https://link.springer.com/article/10.1007/BF01087483
En este otro estudio vemos que la exposición crónica a radiación de microondas (EMF) causó una supresión significativa de los linfocitos T de los ratones que fueron radiados.
Y estos son solo algunos de los muchos estudios que hay publicados sobre el impacto que la radiación tiene sobre la respuesta del sistema inmune celular y humoral.
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